La inflación en Argentina registró una variación mensual de 4,6% durante junio, mostrando un comportamiento prácticamente estable respecto a mayo, cuando se había ubicado en 4,2%. Este dato, aunque aún elevado, representa una continuidad en la tendencia de desaceleración que se viene observando desde los picos inflacionarios de finales de 2023, cuando las cifras mensuales superaban ampliamente el 20%.
Con este nuevo registro, la inflación interanual alcanzó el 276,4%, una cifra aún alarmante, pero que refleja una desaceleración respecto a los valores de meses anteriores. El gobierno sostiene que estas señales responden a los efectos de un plan económico centrado en el equilibrio fiscal, la reducción de la emisión monetaria y la contención del gasto público, medidas que han sido respaldadas por organismos multilaterales, pero que también han generado tensiones sociales y costos en términos de actividad económica.
Los datos oficiales muestran que en junio se produjo una disminución en la velocidad del aumento de precios en rubros clave como alimentos y bebidas no alcohólicas, salud y transporte. Estos sectores, tradicionalmente sensibles al bolsillo de los argentinos, habían venido marcando alzas considerables durante gran parte del último año. En esta ocasión, si bien continuaron en alza, lo hicieron a un ritmo más moderado.
En contraste, ciertos sectores como el alojamiento, los servicios esenciales y la enseñanza experimentaron aumentos superiores al promedio, debido a modificaciones tarifarias y costos temporales. Los precios de la electricidad y el gas, en especial, han sido sujetos a reconfiguraciones dentro del marco de subsidios gubernamentales, afectando directamente el índice general de precios.
El grupo económico gubernamental percibe que la estabilidad en la inflación mensual indica que las estrategias implementadas empiezan a mostrar resultados positivos. Se destacan la liberalización progresiva del mercado cambiario, la adopción de una estricta ancla fiscal y la contención de la emisión monetaria por parte del banco central. Simultáneamente, continúan las conversaciones con el Fondo Monetario Internacional para asegurar la sostenibilidad del plan económico.
Sin embargo, diversos analistas advierten que, si bien se ha logrado cierto control en la macroeconomía, persisten desafíos estructurales que podrían dificultar la consolidación de esta tendencia. Entre ellos, mencionan la recesión en sectores clave, la caída del consumo, la baja capacidad de ahorro en la población y el estancamiento de la inversión privada. También preocupa la fragilidad del tipo de cambio y la brecha persistente entre el dólar oficial y los paralelos.
En el ámbito político, la progresión de la inflación se ha convertido en un indicador fundamental para evaluar el apoyo a la administración vigente. Aunque la caída de los índices trae cierto respiro, persiste una intensa demanda social para mejorar el poder adquisitivo, ajustes salariales y ampliación del acceso a créditos. Los sindicatos y grupos sociales siguen exigiendo acciones que mejoren las condiciones de los sectores más desfavorecidos, los cuales han experimentado un notable empeoramiento en su calidad de vida durante el último año.
Las expectativas inflacionarias para el segundo semestre del año siguen siendo moderadamente optimistas, con proyecciones que oscilan entre el 3,5% y el 5% mensual, dependiendo del comportamiento del dólar, los precios internacionales y las decisiones de política económica interna. No obstante, muchos expertos consideran que alcanzar una inflación mensual por debajo del 3% será una tarea compleja en un contexto aún volátil.