Costos de producción suben un 25% y amenazan la competitividad en Argentina

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La industria argentina enfrenta una creciente presión por el aumento sostenido de sus costos de producción, que en los últimos doce meses registraron una suba acumulada del 25 %, encendiendo alarmas sobre la pérdida de competitividad de los productos nacionales en los mercados internos e internacionales. El fenómeno, que atraviesa distintos sectores manufactureros, pone de manifiesto un escenario complejo que combina inflación estructural, incremento en los insumos básicos, dificultades para importar componentes y distorsiones en la cadena de abastecimiento.

Empresarios del rubro industrial advierten que el actual ritmo de encarecimiento de los costos está alcanzando niveles difíciles de trasladar a precios sin perder participación de mercado. La situación se agrava en aquellas ramas orientadas a la exportación, donde la capacidad de competir en precio y calidad frente a productos extranjeros se ve deteriorada por una estructura de costos menos eficiente y un tipo de cambio que, en términos reales, no compensa el desfasaje.

Entre los principales factores que explican esta escalada se encuentra el aumento en el precio de la energía, el transporte y los servicios logísticos. Asimismo, los costos laborales —aunque parcialmente regulados— han crecido por el impacto de la inflación sobre los acuerdos paritarios, lo cual repercute directamente en la estructura de costos de empresas medianas y pequeñas.

A esto se suma la incertidumbre cambiaria, que obliga a muchas empresas a prever márgenes adicionales para absorber posibles devaluaciones futuras o ajustes abruptos en los mecanismos de importación. Las restricciones vigentes para el acceso a divisas y la escasez de insumos importados también han provocado demoras en la producción, encarecimiento de materiales y ruptura de contratos de aprovisionamiento con proveedores externos.

En sectores como el metalúrgico, el automotriz, el plástico y el alimenticio, los representantes empresariales afirman que la suba de costos ya se traduce en una reducción de márgenes, menor inversión en tecnología y pérdida de competitividad frente a productos de países vecinos. La situación se vuelve aún más delicada en contextos de apertura comercial o competencia con importaciones, incluso dentro del Mercosur.

Por otro lado, los economistas subrayan que este aumento en los precios afecta la capacidad del sector productivo para crear empleo de buena calidad y sostener niveles adecuados de actividad. Indican que, de no implementarse acciones para controlar estos aumentos, la nación podría experimentar una contracción industrial más severa, con repercusiones directas en el empleo y en la obtención de divisas.

En el sector oficial se evalúan varias opciones para reducir la carga de los costos, como incentivos fiscales específicos, créditos para inversión productiva y nuevas conversaciones con proveedores de energía. Además, se está considerando simplificar los procedimientos para la importación de insumos esenciales, especialmente para sectores con alto valor agregado que actualmente están funcionando por debajo de su capacidad instalada.

No obstante, los referentes de las cámaras empresarias insisten en que estas medidas deben formar parte de una estrategia más amplia que contemple la estabilización macroeconómica, la baja de la inflación y una política cambiaria consistente. En su visión, sin una solución estructural a los problemas que arrastra la economía argentina desde hace años, cualquier alivio será temporal.

La pérdida de competitividad no solo afecta a los grandes complejos exportadores, sino también a la producción local de bienes intermedios y de consumo, que debe competir con productos importados muchas veces más baratos, incluso con aranceles. En este contexto, sostener la producción nacional se convierte en un desafío que requiere de consensos amplios y políticas estables.

Mientras tanto, las empresas buscan alternativas para reducir costos mediante eficiencia operativa, automatización o reestructuración de procesos. Sin embargo, para muchas de ellas, el margen de maniobra es escaso, y la posibilidad de seguir operando depende, cada vez más, de la evolución del contexto económico general y del acceso a herramientas concretas que permitan sortear esta coyuntura crítica.

Por: Pedro Alfonso Quintero J.

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