La rapidez con la que nos desplazamos al andar no es simplemente una cuestión de comodidad o estilo, sino que representa un indicador crucial del estado de nuestra salud, especialmente en lo que concierne al envejecimiento cerebral. Investigaciones recientes han indicado que caminar más despacio podría ser una señal de envejecimiento acelerado, no solo del cuerpo, sino también del cerebro. Este sencillo hábito puede proporcionar una visión profunda de nuestra salud general y prever enfermedades graves, desde problemas en el corazón hasta un riesgo mayor de muerte temprana. En este artículo, examinamos cómo la velocidad al caminar está relacionada con la salud cognitiva y física a medida que envejecemos.
El vínculo entre la rapidez al caminar y el envejecimiento cerebral
Aunque la velocidad de la marcha puede parecer trivial, en realidad refleja mucho más sobre nuestra condición física de lo que solemos pensar. Investigaciones científicas han demostrado que la marcha lenta está estrechamente asociada con el deterioro cognitivo y la reducción del tamaño cerebral. Esto ocurre porque a medida que envejecemos, diversos sistemas corporales comienzan a funcionar de manera menos eficiente. El sistema musculoesquelético, el sistema cardiovascular, el sistema nervioso y el sistema respiratorio juegan roles cruciales en la capacidad para caminar. Un ritmo más lento puede ser un signo de que estos sistemas no están operando de manera óptima.
El estudio de la velocidad de la marcha ha revelado que las personas mayores con una marcha más lenta tienen un mayor riesgo de sufrir problemas cardiovasculares, deterioro cognitivo y un menor nivel de fuerza muscular, lo que puede afectar directamente la capacidad de realizar actividades diarias. Este fenómeno no solo es visible en la vejez, sino que también se ha observado en personas de mediana edad. La velocidad de la marcha puede ser un reflejo de la salud general y una ventana al envejecimiento acelerado, especialmente cuando se combina con otros factores como la fuerza de agarre y la capacidad cardiorrespiratoria.
Métodos para evaluar la rapidez al caminar
Calcular la velocidad al caminar es un procedimiento simple que puede llevarse a cabo con pocas herramientas, como un reloj cronómetro y una regla de medición. Hay dos métodos habituales para hacer esta prueba: la prueba de 10 metros o utilizar apps móviles que registran el tiempo y la distancia, como Walkmeter o MapMyWalk. Por lo general, se sugiere caminar 10 metros a ritmo normal y anotar el tiempo requerido para recorrerlos. La fórmula para determinar la velocidad al caminar es fácil: dividir la distancia entre el tiempo.
La rapidez media de caminar cambia con la edad. En adultos de 40 a 49 años, las mujeres tienen una velocidad media alrededor de 1,39 m/s y los hombres de 1,43 m/s. Al envejecer, esta rapidez se reduce: a los 70 años, las mujeres caminan a una velocidad promedio de 1,13 m/s, mientras que los hombres lo hacen a 1,26 m/s. Este descenso en la rapidez es común, pero si ocurre más rápidamente, podría indicar problemas de salud.
La marcha lenta como predictor de salud a largo plazo
Investigaciones de gran envergadura han asociado la rapidez al caminar con la longevidad. Estudios en personas mayores han revelado que quienes andan a un ritmo más lento enfrentan un mayor riesgo de fallecer prematuramente o padecer enfermedades crónicas. Un ejemplo es una investigación que monitoreó a más de 34.000 adultos de 65 años o más, la cual encontró que la velocidad al caminar estaba estrechamente vinculada con la expectativa de vida. Los hombres que caminaban más despacio a los 75 años tenían solo un 19% de probabilidad de vivir 10 años más, mientras que aquellos que caminaban más rápido contaban con un 87% de probabilidad de seguir con vida.
Además, investigaciones realizadas en Francia han demostrado que incluso en personas mayores de 65 años sin enfermedades evidentes, la marcha lenta se asocia con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. Esta relación sugiere que la marcha no solo es un reflejo de la salud física general, sino que también puede estar directamente relacionada con el funcionamiento del cerebro.
La marcha lenta también predice el envejecimiento cognitivo
La conexión entre la rapidez al caminar y el desgaste cognitivo es aún más esclarecedora. Estudios en la Universidad de Duke, ubicada en Carolina del Norte, revelaron que incluso a los 45 años, la rapidez al andar podría predecir el deterioro cognitivo. Aquellas personas que caminaban con menor velocidad a esta edad mostraban indicios de un envejecimiento más rápido en su salud en general, como presión arterial elevada, colesterol alto y una capacidad cardiorrespiratoria reducida. Además, presentaban síntomas de deterioro cognitivo, sugiriendo que andar despacio es una señal temprana de problemas que afectan tanto el cuerpo como el cerebro.
Este fenómeno no es exclusivo de los adultos de edad avanzada. En la investigación llevada a cabo en Nueva Zelanda, se descubrió que individuos de 45 años que caminaban a un ritmo más lento también evidenciaban signos de envejecimiento rápido, tales como mayor dificultad para levantarse de una silla y menos fuerza de agarre en las manos. Estos hallazgos indican que la rapidez al caminar no solo refleja el estado de la salud física, sino también el bienestar cerebral a lo largo de la vida.
Formas de aumentar la rapidez al andar
Aunque andar despacio puede señalar envejecimiento o problemas de salud, hay acciones que las personas pueden implementar para aumentar su ritmo al caminar y, en consecuencia, su salud en general. Realizar actividad física regularmente, en especial caminatas más prolongadas y con mayor intensidad, es fundamental para potenciar la fuerza muscular, la salud del corazón y la capacidad de los pulmones. Plantearse objetivos pequeños y progresivos, como alargar el tiempo o la distancia de las caminatas semanalmente, también puede contribuir a mejorar la forma física.
Además, para las personas con trabajos sedentarios, es importante hacer pausas activas durante el día. Caminar brevemente después de largos períodos sentados puede tener beneficios significativos para la salud general y ayudar a mantener una velocidad de marcha más rápida.
La marcha como reflejo de la salud integral
En resumen, la velocidad con la que caminamos es mucho más que una simple cuestión de movilidad. Refleja el estado general de nuestra salud, incluyendo la salud cerebral, cardiovascular y musculoesquelética. Si bien es natural que la velocidad de la marcha disminuya con la edad, una caída abrupta en el ritmo puede ser un signo de envejecimiento acelerado o problemas de salud subyacentes. A través de evaluaciones simples y la mejora de la actividad física, las personas pueden tomar medidas para mejorar su velocidad de marcha y, por lo tanto, su salud a largo plazo.